¿Por qué ejerce en mi un efecto melancólico la crisis del Museo de Arte Moderno de Cartagena?… Dostoievski decía que un individuo debe tener por lo menos un buen recuerdo infantil que lo acompañe por la vida, como si fuera este el silo de donde tomar la energía necesaria.
Ante el urgente anuncio ¡el museo no puede más! (aún con la manita santa de su Directora) los individuos que cargamos por la vida el recuerdo de sus años brillantes, cuando dos de sus progenitores Grau y Obregón nos hacían sentir asombros con sus obras y comportamientos provocadores (dejaban la sensación que no habíamos experimentado hasta el fondo), cuando le bastaba existir, estar ahí, esculpido dentro del baluarte San Ignacio, anclado en sagrados terrenos de la Plaza de San Pedro Claver (gran oreja que escucha los pecados de los muros), cuando sus mágicas fiestas de arte insinuaban nuevos modos de felicidad contemplando los colores, los enigmas, los perfumes y los placeres de artistas y sus obras (los asistentes dejaban a un lado pensamientos y preocupaciones, encontraban nuevos modos de reír), nostálgicos de este pasado, que no ha dejado de irradiar, (hace años desde allí no se recibe la inspiración de ninguna locura arrebatada) sacaremos energías para intentar que el museo goce de seguridad financiera, una razón de su desequilibrio.
También es sabido que los sueños tienen una intensa capacidad de contagio…, en un acto de amor, a la memoria de mi madre, que en los muros del MAMC consagró su obra pictórica antes de morir, sobre todo por el retrato impresionista que pintó de mi cuando estaba acabando la adolescencia (ese que detuvo emocionado a Enrique -así llamaba con cariño al maestro Grau- «porque fue pincelado con magistrales trazos entre luces y colores»), o por otra razón, podríamos, todos, de alguna manera, afirmar nuestra simpatía, mostrar la mejor voluntad de ayuda para salvar el museo uniéndonos a la cadena de Amigos del Museo. Pero no corramos el riesgo de terminar como dispensadores de teorías de consejos prefabricados. El concepto de alianza es fundamental y para esto tenemos que empezar una relación inevitable con su junta directiva. Si no hacemos cuentas con ella corremos el riesgo de que nuestras iniciativas se tornen largas, difíciles y arbitrarias.
Nada me gustaría más que conocer mejor todo cuanto está en la bóveda del Museo: Es un tesoro escondido. Por la capacidad amorosa de Fabio Aristizábal Ángel y su firma de corredores de seguros Sweet and Crawford en Medellín (donadores de su plan de protección), se está adelantando un exhaustivo inventario que permitirá, con absoluta claridad, hacer pasar ante nuestros ojos, obras que nunca cambiarán, pero sí a sus espectadores y, como una valiosa posesión muda, hacernos sentir que en Cartagena hay arte para revelarnos a la vista virtudes, perfecciones y tentaciones del mundo.
JUSTINE