Por: MARÍA DEL PILAR RODRÍGUEZ
Curadora de arte
@mapyrosa
La historia del Museo de Arte Moderno de Cartagena parece escrita por Gabriel García Márquez, porque tiene tanto de real como de mágica…
Cada vez que hablo del MAMC a los amigos y les cuento que su logo fue creado por Alejandro Obregón, que tiene por mascota una cangreja llamada Felícita -que se pasea muy horonda por las salas cada vez que le place-, que funciona desde 1979 en plena plaza San Pedro Claver en un edificio que fue depósito de armas y bodega de sal, y que además fue fundado con una colección de arte moderno donada a la ciudad por José Gómez Sicre en 1959, no dan crédito a lo que les digo y asumen que se trata de mi imaginación.
No discuto, no me ofendo, simplemente espero con calma hasta que vienen a Cartagena y de la mano los llevo hasta el MAMC… Dos pasos dentro, cuatro zancadas en las salas coloniales y el silencio se apodera de los visitantes, las paredes salitrosas y las maravillosas obras en los muros comienzan a dar fe de mi relato. Como atrapados por un hechizo los nuevos visitantes se sumergen en la colección y pierden el aliento entre Obregón, Morales, Zalamea, Hoyos, Syzlo; transitando hacia la sala Grau mientras les recuerdo que el gran maestro cartagenero fue uno de los artífices del museo y su presidente vitalicio.
Avanzan y las salas republicanas los reciben con una fracción de las centenares de piezas de arte moderno y contemporáneo que la institución preserva en sus entrañas.
La historia de los grandes maestros del arte nacional y otros muchos internacionales ha pasado por estas salas. Si éstas paredes cómplices pudieran hablar nos narrarían un sinfín de historias como la del payaso pintado detrás de la puerta que persiguió García Márquez de bar en bar hasta que lo convirtió en las letras que desde 1980 dan la bienvenida a éste palacio de la sensibilidad y la creación.
¡Hay suerte y Felícita se deja ver! Y el visitante comienza a entender la magia de éste lugar, que depara una sorpresa en cada metro, porque se nutre y se transforma a si mismo por suerte de una metamorfosis permanente con el movimiento de una pieza, o la llegada de otra exposición temporal –de las muchas que ya ha albergado- que abre la puerta a las nuevas propuestas, a otra experiencia sensible que siempre viene de mano de mujer…
Yolanda Pupo de Mogollón directora y confundadora de esta institución, la madre abnegada que custodia al MAMC como el más amado de sus hijos… Un hijo díscolo y divertido, a veces complejo de mantener con vida. Una institución mágica en cuyas entrañas todo es posible, un lugar donde el alma humana se manifiesta en su más maravillosa expresión. Una experiencia que no es posible retratar fielmente en palabras, porque para entenderlo hay que vivirlo, porque para sentirlo realmente hace falta hacerlo desde el MAMC.